Los santos son habitualmente caracterizados por una aureola alrededor de la cabeza, y los mártires tienen una palma en la mano. Pero hay algunos grandes santos cuyos atributos particulares conviene conocer. En los cuadros del Renacimiento, se reconoce á San Juan Bautista por la piel de animal con que va cubierto y la cruz de junco que lleva en la mano. En los tiempos primitivos se le ponía alas como á los ángeles.
San José es representado habitualmente con los instrumentos de su profesión, ó bien con una rama de lirio, símbolo de pureza. Algunas veces tiene en la mano una varita florida. Según los evangelios apócrifos, los solteros y los viudos que aspiraban á la mano de María se presentaron en el templo con una vara seca, y, como floreciese instantáneamente la de San José, se reconoció que era éste el designado por el Señor para ser su esposo.
Santa María Magdalena es una de las santas que figuran más frecuentemente en el arte cristiano. Se la ha representado algunas veces enteramente desnuda y sin otra vestidura que su larga cabellera, que le cubre enteramente el cuerpo. Se la ve también adornada con trajes suntuosos, cuando perfuma con mirra los pies del Salvador, ó los riega con sus lágrimas, secándolos con sus largos cabellos; ó bien, está en una cueva con un libro y una calavera.
Los santos mártires son representados con el instrumento de su suplicio en la mano. Así es como se ve á San Bartolomé con el cuchillo que sirvió para desollarlo; algunas veces hasta se le representa con su piel en la mano. De este modo figura en el Juicio final de Miguel Angel.
De la misma manera se representa á San Lorenzo con la parrilla en que fue martirizado, por haberse negado á entregar á los paganos los tesoros sagrados destinados al socorro de los pobres; y á Santa Apolina con unas tenazas que tienen cogido un diente, alusión á su suplicio, en el cual se los arrancaron todos.
Pero ningún mártir ha sido representado tan á menudo desde el Renacimiento como San Sebastián. Este santo, martirizado en tiempo de Diocleciano, es representado en un antiguo mosaico de Roma bajo la forma de un viejo de larga barba. Pero este tipo se transformó, y los artistas del Renacimiento hicieron de él un hermoso joven desnudo, traspasado por las flechas del verdugo. Fra Bartolomeo, antes de entrar en las órdenes, había hecho en Florencia un San Sebastián de una belleza tan pagana, que hubo que quitarlo de la iglesia de San Marcos donde había sido colocado. Otra representación admirable de San Sebastián es el célebre cuadro de nuestro gran Ribera. El tipo de San Sebastián no tiene hoy ya ningún carácter religioso, y para la mayoría de los pintores que tratan este asunto no es más que un pretexto para estudios de desnudo.
Los santos domadores de monstruos, forman una categoría bastante importante en los monumentos figurados. Se representa á San Jorge en traje guerrero, montado sobre un caballo de batalla y aplastando un dragón, símbolo de la idolatría. Algunas veces San Jorge, vestido de caballero cristiano, protege á una princesa; ó, como nuestro Santiago, se entra en su caballo blanco por entre las huestes moras, en las cuales hace horrible matanza.
También se pone junto á Santa Margarita el dragón monstruoso, al que mató haciendo la señal de la cruz. Otra tradición quiere que esta virgen fuese tragada por un dragón y que saliera de él viva: así es como está representada en imágenes muy antiguas.
Se representa igualmente á San Patricio hollando con sus pies serpientes y otros animales venenosos. Este santo es muy venerado en Irlanda, por él evangelizada y al mismo tiempo purgada de los reptiles que la infestaban.
Al lado de los santos que combaten los monstruos ó los apaciguan con la señal de la cruz, hay los anacoretas que viven en el desierto, entre siniestras apariciones y pesadillas diabólicas. Ninguno es más popular que San Antonio, y éste es uno de los santos cuya imagen ha sido más multiplicada. En la Edad Media se le representaba á menudo al lado de una hoguera, porque por su intercesión cesó una epidemia, conocida con el nombre de fuego sagrado, que hizo grandes estragos en los siglos XI y XII. Pero el atributo más habitual de San Antonio es el cerdo, mirado ordinariamente como el emblema del demonio que quiso tentar al santo. En muchos sitios los animales domésticos, representados por el cerdo, eran colocados bajó la protección del santo anacoreta.
Los santos que vivían en el desierto tenían frecuentemente por compañero un animal que el arte les da como atributo. El atributo ordinario de San Jerónimo es el león. Se cree que esto es un emblema de la energía de su estilo. Pero la historia del león se enlaza también con una tradición que hacía de San Jerónimo, no un anacoreta sino un monje. El arte cristiano ha conservado á San Jerónimo su carácter de anacoreta, pero dándole por compañero el león.
En general, los santos que han librado á la humanidad de una plaga reciben por emblema la imagen de esta plaga: así se representa á San Roque atacado de la peste; á su lado hay un perro que lame las llagas de su amo. San Roque es invocado en los tiempos de epidem’a, porque consagró su vida á socorrer á los apestados.
El arte ha dado también á los grandes doctores de la iglesia un atributo que recuerda su carácter ó un rasgo de su existencia. Así Santo Tomás de Aquino es representado teniendo en sus manos un cáliz con una hostia, por alusión al oficio del Santo Sacramento, compuesto por él.