Los profetas son representados habitualmente con rollos y no con libros, como vemos algunas veces a los apóstoles. La razón de este hecho nos la da un obispo del siglo XIII, á cuyos escritos se recurre ordinariamente para la explicación de los emblemas usados en la Edad Media. «Los patriarcas y los profetas, dice, están pintados con rollos en las manos, algunos apóstoles con libros y otros con rollos, sin duda porque antes de la venida de Cristo la fe se mostraba de una manera figurada y estaba envuelta en muchas oscuridades. Para expresar esto es para lo que los patriarcas y los profetas son pintados con rollos, por los cuales se designa en cierto modo un conocimiento imperfecto; pero como los apóstoles fueron instruidos perfectamente por Cristo, he aquí por qué suelen servirse de libros, con los cuales se designa convenientemente el conocimiento perfecto. Y como algunos de ellos redactaron lo que habían aprendido para hacerlo servir de enseñanza á los demás, son pintados como doctores con libros en las manos como Pablo, Pedro, Santiago y Judas. Pero los otros, no habiendo escrito nada estable ó aprobado por la Iglesia, son representados no con libros, sino con rollos, en señal de su predicación.»
Las estatuas de los profetas van acompañadas á menudo de bajorrelieves relativos á sus profecías.
Las sibilas figuran algunas veces al lado de los profetas, como se vé en las pinturas de Miguel Angel en la capilla Sixtina.
Los doce apóstoles, tan frecuentemente representados en las iglesias de la Edad Media, ya alrededor de Cristo triunfante, ya al lado de Cristo hombre, eran figurados siempre con los piés desnudos y con una túnica con mangas, cerrada y muy larga. En el siglo XV, cuando las tradiciones hieráticas fueron abandonadas y reemplazadas por la imitación exacta de la naturaleza, los artistas les dieron los trajes de su tiempo.
El arte dio á cada uno de ellos un atributo característico destinado á distinguirlo de los demás.
San Pedro tiene en la mano derecha las llaves simbólicas.
San Pablo, que figura habitualmente entre los doce apóstoles, lleva, con la punta hacia abajo, la espada, instrumento de su martirio.
San Andrés está representado con la cruz en aspa, en la que fue sacrificado.
Santiago el Mayor, es pintado siempre con el bordón y las conchas; pero estos emblemas no se refieren al santo, sino únicamente á la peregrinación tan famosa de Santiago de Compostela.
A San Juan se le pinta con un cáliz, del cual se escapa á menudo un dragón; un idólatra había dicho á este apóstol que creería en su Dios, si lo veía beber veneno sin morir: el santo aceptó, pero en el momento, en que llevaba la copa á sus labios, salió de ella la muerte en forma de reptil.
Santo Tomás lleva la lanza con que fué herido. También se le pinta con una escuadra, porque en su vida, escrita por Abdías, se lee que este apóstol se comprometió á construir un palacio para un rey indio.
Santiago el Menor es figurado con la pala de tundidor con que fué sacrificado.
San Felipe tiene la cruz en que murió.
San Bartolomé lleva el cuchillo con que fué desollado.
San Mateo es pintado con la alabarda con que fué atravesado.
San Simón tiene la sierra, instrumento de su cruel martirio.
San Judas Tadeo lleva el hacha con que fué decapitado.
Nótese que San Mateo y San Juan, que figuran entre los apóstoles, puedan figurar también entre los evangelistas, y en este caso sus atributos son diferentes. Los apóstoles son representados algunas veces con libros ó rollos abiertos.
En la visión de San Juan, Dios aparece sobre un trono en cuyos ángulos hay cuatro animales. Con arreglo á esta visión, los evangelistas fueron personificados de una manera simbólica desde los primeros siglos de la Iglesia. El león era el atributo de San Marcos, el toro el de San Lucas, el ángel (el hombre alado) el de San Mateo, el águila el de San Juan.
Estos atributos son á menudo empleados solos, y á menudo acompañan también á los evangelistas. Sobre la puerta de las iglesias se ve frecuentemente la figura de Cristo rodeado de cuatro animales que representan á los evangelistas. También se les ve en las claves de las bóvedas, en los capiteles de las columnas y en los ángulos de las torres.